1. Un maestro de Dios es todo
aquel que decide serlo. Sus atributos consisten únicamente en esto: de alguna
manera y en algún lugar eligió deliberadamente no ver sus propios intereses como
algo aparte de los intereses de los demás. Una vez que hizo esto, su camino
quedó establecido y su dirección asegurada. Una luz penetró en las tinieblas. Tal
vez haya sido una sola luz, pero con una basta. El maestro de Dios hizo un
compromiso con Dios aunque todavía no crea en Él. Se convirtió en un portador
de salvación. Se convirtió en un maestro de Dios.
2. Los maestros de Dios proceden de todas partes del mundo y de todas
las religiones, aunque algunos no pertenecen a ninguna religión. Los maestros
de Dios son los que han respondido, el Llamado es universal y está activo en todo
momento y en todas partes. Dicho Llamado invoca a los maestros a que hablen en
favor de Él y a que rediman el mundo. Muchos la oyen, pero muy pocos responden.
Sin embargo, es solo cuestión de tiempo. Al final, todo el mundo responderá,
pero ese final puede estar muy, muy lejos. Ésta es la razón por la que se
estableció el plan de los maestros. Su función es ahorrar tiempo. Cada uno
comienza como una sola luz, pero como la Llamada se encuentra en el centro, es
una luz que no puede restringirse. Y cada uno de ellos ahorra miles de años tal
como el mundo juzga el tiempo. Mas para la Llamada en Sí, el tiempo no
significa nada.
3. Cada maestro de Dios tiene su propio curso. La estructura de éste
varía enormemente, así como los medios particulares de enseñanza que emplea. El
contenido del curso, no obstante, nunca varía. Su tema central es siempre: “El
Hijo de Dios es inocente y en su inocencia radica su salvación”. Esto se puede
enseñar con acciones o con pensamientos; con palabras o sin ellas; en cualquier
lenguaje o sin lenguaje; en todo lugar o momento, o de cualquier forma. No
importa lo que el maestro haya sido antes de oír la Llamada, al responder se ha
convertido en un salvador. Ha visto a alguien más como a sí mismo. Ha
encontrado, por lo tanto, su propia salvación y la salvación del mundo. Con su
renacer renace el mundo.
4. Este manual está dedicado a una enseñanza especial, y dirigido a
aquellos maestros que enseñan una forma particular del curso universal. Existen
muchas otras formas, todas con el mismo desenlace. Su propósito es simplemente
ahorrar tiempo. No obstante, solo el tiempo se arrastra pesadamente, y el mundo
ya está muy cansado. Está viejo, agotado y sin esperanzas. Mas el desenlace
final nunca se ha puesto en duda, pues, ¿qué puede cambiar la Voluntad de Dios?
Pero el tiempo, con sus ilusiones de cambio y de muerte, agota al mundo y a
todas las cosas que habitan en él. Al tiempo, no obstante, le llegará su final,
y propiciar ese final es la función de los maestros de Dios, pues el tiempo
está en sus manos. Tal fue su decisión y así se les concedió.
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