1. A cada uno de los maestros de Dios le han sido asignados ciertos
alumnos, los cuales comenzarán a buscarle tan pronto como él haya contestado la
Llamada. Fueron escogidos para él porque la forma de enseñanza universal que va
a impartir es la más apropiada para ellos en vista de su nivel de
entendimiento. Sus alumnos le han estado esperando, pues su llegada es segura. Una
vez más, es solo cuestión de tiempo. Tan pronto como decida desempeñar su
papel, sus alumnos estarán listos para desempeñar el suyo. El tiempo aguarda su
decisión, pero no a quiénes ha de servir. Cuando esté listo para aprender, se
le proveerá de las oportunidades para enseñar.
2. Para entender el plan de enseñanza-aprendizaje de la salvación, es
necesario entender el concepto de tiempo que expone el curso. La Expiación
corrige las ilusiones, no lo que es verdad. Corrige, por lo tanto, lo que nunca
existió. Lo que es más, el plan para esa corrección se estableció y se completó
simultáneamente, puesto que la Voluntad de Dios es enteramente ajena al tiempo.
La realidad es también ajena al tiempo, al ser algo propio de Él. En el
instante en que la idea de la separación se adentró en la mente del Hijo de
Dios, en ese mismo instante Dios dio Su Respuesta. En el tiempo, esto ocurrió
hace mucho. En la realidad, nunca ocurrió.
3. El mundo del tiempo es el mundo de lo ilusorio. Lo que ocurrió hace
mucho parece estar ocurriendo ahora. Las decisiones que se tomaron en aquel
entonces parecen como si aún estuvieran pendientes; como si aún hubiera que
tomarlas. Lo que hace mucho que se aprendió, se entendió y se dejó a un lado, se
considera ahora un pensamiento nuevo, una idea reciente, un enfoque diferente. Puesto
que tu voluntad es libre, puedes aceptar—en cualquier momento que así lo
decidas—lo que ya ha ocurrido y solo entonces te darás cuenta de que siempre
había estado ahí. Tal como el curso subraya, no eres libre de escoger el
programa de estudios, ni siquiera la forma en que lo vas a aprender. Eres
libre, no obstante, de decidir cuándo quieres aprenderlo. Y al aceptarlo, ya lo
habrás aprendido.
4. El tiempo, entonces, se remonta a un instante tan antiguo que está
más allá de toda memoria, e incluso más allá de la posibilidad de recordarlo. Sin
embargo, debido a que es un instante que se revive una y otra vez, y de nuevo
otra vez, parece como si estuviera ocurriendo ahora. Y así es como el alumno y
el maestro parecen reunirse en el presente, encontrándose el uno con el otro
como si nunca antes se hubiesen conocido. El alumno llega en el momento
oportuno al lugar oportuno. Esto es inevitable, pues tomó la decisión correcta
en aquel viejo instante que ahora revive. El maestro hizo asimismo una elección
ineludible en ese pasado remoto. Lo que la Voluntad de Dios dispone solo da la
impresión de que toma tiempo para cumplirse. Pues ¿qué podría demorar el poder
de la eternidad?
5. Cuando alumno y maestro se encuentran, da comienzo una situación de
enseñanza-aprendizaje, ya que el maestro no es quien realmente imparte la
enseñanza. Siempre que dos hermanos se unen con el propósito de aprender, el
Maestro de Dios les habla. La relación es santa debido a ese propósito, y Dios
ha prometido enviar Su Espíritu a toda relación santa. En la situación de
enseñanza-aprendizaje, cada uno aprende que dar es lo mismo que recibir. Las
demarcaciones que habían establecido entre sus papeles, sus mentes, sus
cuerpos, sus necesidades, sus intereses y todas las diferencias que pensaban
les separaban, se debilitan, se desvanecen y desaparecen. Aquellos que han de aprender el mismo curso
comparten un mismo interés y un mismo objetivo. Y así, el que era el alumno se
convierte ahora en un maestro de Dios, pues ha tomado la misma decisión que
hizo que su maestro llegara a él. Ha visto los intereses de otro como si fueran
los suyos propios.
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