1. La resurrección, dicho
llanamente, es la superación de la muerte o el triunfo sobre ella. Es un
redespertar o renacimiento; un cambio de parecer con respecto al significado
del mundo. Es la aceptación de la interpretación del Espíritu Santo con
respecto al propósito del mundo; la aceptación de la Expiación para uno mismo. Es
el fin de los sueños de aflicción y la jubilosa conciencia del sueño final del
Espíritu Santo. Es el reconocimiento de los dones de Dios. Es el sueño en el
que el cuerpo opera perfectamente al no tener otra función que la de ser un
medio de comunicación. Es la lección con la que concluye el aprendizaje, pues
con ella se consuma y se supera. Es la invitación a Dios para que dé el paso
final. Es el abandono de cualquier otro propósito, cualquier otro interés,
cualquier otro deseo o cualquier otro empeño. Es el deseo único que el Hijo
tiene por su Padre.
2. La resurrección, al ser la afirmación de la vida, es la negación de
la muerte. De esta manera, la forma de pensar del mundo se invierte por
completo. Ahora se reconoce que la vida es la salvación, y cualquier clase de
dolor o aflicción se percibe como el infierno. Ya no se le teme al amor, sino
que se le da jubilosamente la bienvenida. Los ídolos han desaparecido y el
recuerdo de Dios brilla en el mundo sin ninguna obstrucción. Se ve la faz de
Cristo en todo ser vivo y no se mantiene nada en la obscuridad, excluido de la
luz del perdón. Ya no quedan pesares sobre la tierra. El júbilo del Cielo ha
descendido sobre ella.
3. Ahí termina el programa de estudios. De ahí en adelante no habrá necesidad
de más instrucciones. La visión ha sido totalmente corregida y todos los
errores han sido des-hechos. El ataque
no tiene sentido y la paz ha llegado. Se ha alcanzado la meta del programa de
estudios. Los pensamientos se dirigen hacia el Cielo y se apartan del infierno.
Todo anhelo queda satisfecho, pues, ¿qué queda ahora que aún necesite respuesta
o esté incompleto? La última ilusión se extiende sobre el mundo, perdonándolo
todo y substituyendo todo ataque. Se ha logrado la inversión total. No queda
nada que contradiga la Palabra de Dios. No hay nada que se oponga a la verdad. Y
ahora, por fin, la verdad puede llegar. ¡Cuán pronto vendrá cuando se la invite
a entrar y a envolver semejante mundo!
4. Todos los corazones palpitantes se encuentran tranquilos y llenos
de una gran expectación porque la hora de lo eterno está por llegar. La muerte
no existe. El Hijo de Dios es libre. Y en su libertad radica el fin del miedo. Ya
no quedan en la tierra lugares ocultos que puedan dar refugio a ilusiones
enfermizas, a sueños de temor o a falsas percepciones del universo. Todas las
cosas se ven en la luz, y en la luz se transforma y se comprende su propósito. Y
nosotros, los Hijos de Dios, nos levantamos del polvo y contemplamos nuestra
perfecta impecabilidad . El canto del Cielo se escucha por todo el mundo, a
medida que éste es elevado y conducido a la verdad.
5. Ahora no hay distinciones. Las diferencias han desaparecido y el Amor
se contempla a Sí Mismo. ¿Qué necesidad hay ahora de otro panorama? ¿Queda algo que la visión pueda llevar a
cabo? Ya hemos visto la faz de Cristo,
Su Impecabilidad y Su Amor tras toda forma y más allá de todo propósito. ¡Somos
santos porque Su Santidad en verdad nos ha liberado! Y aceptamos Su Santidad
como nuestra, como en efecto lo es. Y seremos eternamente tal como Dios nos
creó, y lo único que deseamos es que Su Voluntad sea la nuestra. Las fantasías de otra voluntad separada
desaparecen, pues hemos encontrado unidad de propósito.
6. Éstas son las cosas que nos aguardan a todos, pero aún no estamos
listos para darles la bienvenida jubilosamente. Mientras quede una sola mente
poseída por sueños de maldad, el pensamiento del infierno será real. Los
maestros de Dios tienen como meta despertar las mentes de aquellos que duermen
y ver la visión de la faz de Cristo ocupar el lugar de lo que ellas sueñan. El
pensamiento de asesinato es reemplazado por bendiciones. Se abandonan los
juicios y se le entregan a Aquel cuya función es juzgar. Y en Su Juicio Final
se restaura la verdad del santo Hijo de Dios. Él ha sido redimido, pues ha
escuchado la Palabra de Dios y ha comprendido su significado. Es libre porque
ha permitido que la Voz de Dios proclame la verdad. Y todos aquellos a quienes
antes pensó crucificar resucitan ahora con él, a su lado, según se prepara con
ellos para encontrarse con su Dios.
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