1. Este manual no pretende responder a todas las preguntas que tanto
maestro como alumno puedan plantear. De hecho, solamente aborda algunas de las
más obvias, a modo de un breve resumen de algunos de los principales conceptos
expuestos en el texto y en el libro de ejercicios. No es, sin embargo, un
substituto de ninguno de ellos, sino meramente un suplemento. Aunque su título
es Manual para el maestro, no hay que olvidar que el tiempo es lo único que
separa al maestro del alumno, de manera que la diferencia entre ellos es, por
definición, temporal. Es posible que a algunos alumnos les sea más útil leer
primero el manual. A otros les puede resultar mejor empezar con el libro de
ejercicios. Y quizá habrá otros que necesiten empezar en el nivel más abstracto
que ofrece el texto.
2. ¿Qué es mejor para unos y qué es mejor para otros? ¿Quién sacaría
mayor provecho de rezar solamente? ¿Quién necesita tan solo una sonrisa, al no estar
aún listo para nada más? Nadie debe tratar de responder a estas preguntas por
su cuenta. Es indudable que ningún
maestro de Dios ha llegado hasta este punto sin haberse dado cuenta de
esto. El programa de estudios es
altamente individualizado, y todos sus aspectos están bajo el cuidado y la
dirección especial del Espíritu Santo. Pregunta y Él te contestará. Ésa es Su
responsabilidad, y solo Él está capacitado para asumirla. Responder es Su
función. Dirigirle a Él tus preguntas es la tuya. ¿Querrías ser responsable de
decisiones de cuyos antecedentes sabes tan poco? Alégrate de tener un Maestro
que no puede equivocarse. Sus respuestas son siempre acertadas. ¿Podrías tú
decir lo mismo de las tuyas?
3. Hay otra ventaja—y muy importante por cierto—en poner cada vez más
en manos del Espíritu Santo todas las decisiones. Aunque su importancia es
obvia, tal vez no hayas pensado en este aspecto: seguir las directrices del
Espíritu Santo es permitirte a ti mismo quedar absuelto de toda culpa. Es la
esencia de la Expiación. Es el núcleo central del programa de estudios. La
imaginaria usurpación de funciones que no te corresponden es la causa del
miedo. El mundo que ves refleja la ilusión de que has usurpado una función que
no te corresponde, haciendo que el miedo sea inevitable. Devolver dicha función
a Quien le corresponde es, por lo tanto, la manera de escapar del miedo. Y esto
es lo que hace posible que el recuerdo del amor retorne a ti. No pienses,
entonces, que necesitas seguir la dirección del Espíritu Santo solo por razón
de tus insuficiencias. Necesitas seguirla porque es la manera de escaparte del
infierno.
4. He aquí una vez más la paradoja a la que frecuentemente se hace
referencia en el curso. Decir: “No puedo hacer nada por mi cuenta” es ganar todo
poder. Esto, sin embargo, no es más que una aparente paradoja. Tal como Dios te
creó, dispones de todo poder. La imagen que has forjado de ti mismo no tiene
ninguno. El Espíritu Santo conoce la verdad acerca de ti. La imagen que tú has
forjado, no. Sin embargo, a pesar de su obvia y absoluta ignorancia, dicha
imagen asume que lo sabe todo porque le has infundido esa creencia. Eso es lo
que enseñas y lo que enseña el mundo que se fabricó para apoyarla. Mas el
Maestro que conoce la verdad no se ha olvidado de ella. Sus decisiones
benefician a todos por igual al estar totalmente desprovistas de ataque. Y son,
por lo tanto, incapaces de generar culpabilidad.
5. Aquel que asume un poder que no posee se está engañando a sí mismo.
Sin embargo, aceptar el poder que Dios le ha dado, no es sino reconocer a su
Creador y aceptar Sus dones. Y Sus dones no tienen límite. Pedirle al Espíritu
Santo que decida por ti es simplemente aceptar tu verdadera herencia. ¿Quiere
esto decir que no puedes decir nada sin antes consultarlo con Él? ¡Por supuesto
que no! Eso no sería en modo alguno práctico, y el enfoque de este curso es
primordialmente práctico. Si has formado el hábito de pedir ayuda en toda
circunstancia o situación, puedes estar seguro de que te dará sabiduría cuando
la necesites. Prepárate para ello cada mañana; recuerda a Dios cuantas veces
puedas a lo largo del día; pídele ayuda al Espíritu Santo siempre que te sea
posible, y por la noche, dale las gracias por Su guía. Tu confianza estará
ciertamente bien fundada.
6. Nunca olvides que el Espíritu Santo no depende de tus palabras. Él
comprende las peticiones de tu corazón y las colma. ¿Quiere esto decir que
mientras te siga atrayendo el ataque Él te responderá con maldad? Por supuesto
que no. Dios le ha dado el poder de traducir las oraciones de tu corazón a Su
lenguaje. El Espíritu Santo comprende que un ataque es una petición de ayuda y, por consiguiente, responde ofreciendo
ayuda. Dios sería cruel si permitiese que tus palabras reemplazaran a las
Suyas. Un padre amoroso no deja que su hijo se lastime ni que se destruya a sí
mismo. El hijo podrá pedir lo que le haría daño, pero aun así su padre lo
protege. ¿Y no ama tu Padre a Su Hijo muchísimo más que eso?
7. Recuerda que tú eres Su Compleción y Su Amor. Recuerda que tu
debilidad es Su Fortaleza. Pero no interpretes esto a la ligera o erróneamente.
Si Su Fortaleza está en ti, lo que percibes como tu debilidad no es más que una
ilusión. Y Él te ha proporcionado los medios para probarlo. Pídele todo a Su
Maestro y todo se te dará. No en el futuro, sino inmediatamente: ahora mismo. Dios
no espera, pues esperar comporta tiempo y Él es intemporal. Olvida tus absurdas
imágenes, tu sensación de debilidad y el temor a ser herido; tus sueños de
peligro y todas las “cosas malas” que has hecho. Dios solo conoce a Su Hijo,
Quien sigue siendo exactamente tal como fue creado. Yo te pongo en Sus Manos
con plena confianza y doy gracias por ti de que así sea.
8. Y ahora, bendito seas en
todo lo que hagas. Dios te pide ayuda para salvar el mundo. Maestro de Dios, Él
te ofrece Su Gratitud y el mundo entero queda en silencio ante la Gracia del
Padre que traes contigo. Tú eres el Hijo que Él ama, y te es dado ser el medio
a través del cual Su Voz se oye por todo el mundo, para poner fin a todo lo
temporal, para acabar con la visión de todo lo visible y para des-hacer todas
las cosas cambiantes. A través de ti se anuncia un mundo que, aunque no se ve
ni se oye, está realmente ahí. Santo eres, y en tu luz el mundo refleja tu
santidad, pues no estás solo y sin amigos. Doy gracias por ti y me uno a tus
esfuerzos en Nombre de Dios, sabiendo que también lo son en mi nombre y en el
nombre de todos aquellos que junto conmigo se dirigen a Dios. AMÉN
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