1. Donde se requieren cambios es en las mentes de los maestros de
Dios. Esto puede o no entrañar cambios en las condiciones externas. Recuerda
que nadie está donde está por casualidad y que nada en el plan de Dios es al
azar. Es bastante improbable que los primero pasos a dar en la formación del
nuevo maestro de Dios no sean cambios de actitud. No hay, sin embargo, una
norma fija al respecto, toda vez que el entrenamiento es siempre altamente
individualizado. Hay quienes son llamados a cambiar las circunstancias de sus
vidas casi de inmediato, mas éstos son generalmente casos especiales. A la gran
mayoría se les proporciona un programa de entrenamiento que evoluciona
lentamente, en el que se corrigen el mayor número posible de errores previos. Las
relaciones personales, en especial, tienen que percibirse debidamente, y todas
las áreas de falta de perdón se tienen que eliminar. De lo contrario, el viejo
sistema de pensamiento mantendrá aún una base a la que regresar.
2. A medida que el maestro de Dios avanza en su formación, aprende más
concienzudamente una lección: no tomar decisiones por su cuenta. En lugar de
ello, le pide a su Maestro Su respuesta y es ésta la que sigue como guía para
sus acciones. Esto le resulta cada vez más fácil, a medida que aprende a abandonar
sus propios juicios. Abandonar todo juicio—el requisito previo para poder oír
la Voz de Dios—es normalmente un proceso bastante lento, no porque sea difícil,
sino porque se tiende a percibir como una afrenta personal. El entrenamiento
del mundo tiene como meta el logro de un objetivo diametralmente opuesto al de
nuestro programa. El mundo enseña que confiar en nuestro propio juicio es muestra
de madurez y fortaleza. Nuestro programa enseña que abandonar todo juicio es la
condición necesaria para la salvación.
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