1. La creencia de que existen grados de dificultad es la base de la
percepción del mundo. Dicha creencia se basa en diferencias: ambientes
distintos y en un primer plano cambiante; en alturas desparejas y en tamaños
diversos; en grados variables de obscuridad y luz, y en miles de contrastes en
los que cada cosa percibida compite con las demás para sobresalir. Un objeto
más grande eclipsa a otro más pequeño. Una cosa más brillante llama más la
atención que otra con menos poder de atracción. Y una idea más amenazante o una
que se considera más deseable de acuerdo con las normas del mundo, trastorna
completamente el equilibrio mental. Lo único que los ojos del cuerpo pueden
contemplar son conflictos. No recurras a ellos en busca de paz y entendimiento.
2. Las ilusiones son siempre ilusiones de diferencias. ¿Cómo podría
ser de otra manera? Una ilusión es por definición un intento de que algo que se
considera de suma importancia sea real, si bien reconoce que es falso. La
mente, por consiguiente, trata de hacer que sea verdad debido a su intenso
deseo de conseguirlo. Las ilusiones son parodias de la Creación: intentos de
llevar la verdad a las mentiras. La mente, al considerar a la verdad como algo
inaceptable, se subleva contra ella y se otorga a sí misma una ilusión de
victoria. Y al considerar a la salud como una carga, se refugia en sueños
febriles. Y en esos sueños, la mente se encuentra separada, es diferente de
otras mentes, con intereses propios distintos de los de éstas y capaz de
satisfacer sus necesidades a expensas de otros.
3. ¿De dónde surgen todas estas diferencias? Ciertamente parecen encontrarse
en el mundo externo. Sin embargo, no hay duda de que es la mente la que juzga
lo que los ojos contemplan: la que interpreta los mensajes que le transmiten
los ojos y la que les adjudica “significado”. Este significado, no obstante, no
existe en el mundo externo en absoluto. Lo que se ve como la “realidad” es simplemente
lo que la mente prefiere. La mente proyecta su propia jerarquía de valores al
exterior, y luego ordena a los ojos del cuerpo a que la encuentren. Éstos jamás
podrían ver excepto a base de contrastes. Mas la percepción no se basa en los
mensajes que traen los ojos. La mente es la que evalúa sus mensajes y, por lo
tanto, solo ella es responsable de lo que vemos. Solo ella decide si lo que
vemos es real o ilusorio, deseable o indeseable, placentero o doloroso.
4. Es en el proceso de selección y categorización que la mente realiza
donde se producen los errores de percepción. Y es ahí donde debe efectuarse la
corrección. La mente clasifica—de acuerdo con sus valores preconcebidos —lo que
los ojos del cuerpo le informan y determina cuál es el lugar más apropiado para
cada dato sensorial. ¿Qué base podría ser más defectuosa que ésta? Sin darse
cuenta, ha pedido que se le proporcione lo que se ajusta a esas categorías. Y
una vez que ha hecho esto, concluye que las categorías no pueden sino ser ciertas.
Ésta es la base de todos los juicios que establecen diferencias porque los
juicios que el mundo emite descansan sobre ella. ¿Cómo se iba a poder depender
de este “razonamiento” confuso y absurdo?
5. No puede haber grados de dificultad en la curación por el simple
hecho de que toda enfermedad es una ilusión. ¿Sería acaso más difícil
desvanecer la creencia que tiene un demente en una alucinación mayor, que en
una más pequeña? ¿Podría reconocer más rápidamente la irrealidad de una voz estridente,
que la de una voz agradable? ¿Desecharía más fácilmente una orden de matar que
se le pide con un susurro, que una que se le pide a gritos? ¿Y acaso afecta el
número de tridentes que tienen los diablos que él ve la credibilidad de éstos
en su percepción? Su mente ha
clasificado todas esas ilusiones como reales y, por lo tanto, son reales para
él. Cuando se dé cuenta de que no son más que ilusiones, desaparecerán. Y lo mismo
ocurre con la curación. Las propiedades de las ilusiones que hacen que éstas
parezcan diferentes entre sí, son realmente irrelevantes, pues sus propiedades
son tan ilusorias como ellas mismas.
6. Los ojos del cuerpo continuarán viendo diferencias. Pero la mente
que se ha permitido a sí misma ser curada, ya no las tendrá en cuenta. Habrá
quienes parezcan estar más “enfermos” que otros y los ojos del cuerpo
informarán, como antes, de los cambios que se produzcan en su aspecto. Mas la
mente que se ha curado los pondrá a todos bajo una misma categoría: la de
irreales. Éste es el don de su Maestro: el entendimiento de que, al clasificar
los mensajes que la mente recibe de lo que parece ser el mundo externo, solo
dos categorías son significativas. Y de éstas, solo una es real. De la misma
manera en que la realidad es completamente real, independientemente de los
conceptos de tamaño, forma, tiempo o lugar—ya que en ella no pueden existir
diferencias—así también las ilusiones carecen de distinciones. La única
respuesta para cualquier clase de enfermedad es la curación. La única respuesta
para cualquier clase de ilusión es la verdad.
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