1. Si el paciente tiene que cambiar de mentalidad para poderse curar,
¿qué puede hacer el maestro de Dios? ¿Puede cambiar la mentalidad del paciente
por él? Desde luego que no. Para aquellos que ya están dispuestos a cambiar de
mentalidad, la función del maestro de Dios no es otra que la de regocijarse con
ellos, pues se han convertido en maestros de Dios junto con él. No obstante,
tiene una función más específica con aquellos que no entienden lo que es la
curación. Estos pacientes no se dan cuenta de que ellos mismos han elegido la
enfermedad. Por el contrario, creen que la enfermedad los eligió a ellos. No
tienen tampoco una mentalidad abierta al respecto. El cuerpo les dice lo que
tienen que hacer y ellos obedecen. No tienen idea de cuán demente es este
concepto. Solo con que lo sospecharan, se curarían. Pero no sospechan nada. Para
ellos la separación es absolutamente real.
2. Los maestros de Dios acuden a estos pacientes representando una
alternativa que ellos habían olvidado. La simple presencia del maestro de Dios
les sirve de recordatorio. Su manera de pensar reclama el derecho de cuestionar
lo que el paciente ha aceptado como verdadero. En cuanto que mensajeros de
Dios, los maestros de Dios son los símbolos de la salvación. Le piden al
paciente que perdone al Hijo de Dios en su propio Nombre. Representan la
Alternativa. Con la Palabra de Dios en sus mentes, vienen como una bendición,
no para curar a los enfermos sino para recordarles que hay un remedio que Dios
les ha dado ya. No son sus manos las que curan. No son sus voces las que pronuncian
la Palabra de Dios, sino que sencillamente dan lo que se les ha dado. Exhortan
dulcemente a sus hermanos a que se aparten de la muerte: “¡He aquí, Hijo de
Dios, lo que la vida te puede ofrecer! ¿Preferirías la enfermedad en su lugar?”
3. Los maestros de Dios avanzados no toman en consideración ni por un
instante las formas de enfermedad en las que sus hermanos creen. Hacerlo sería
olvidar que todas ellas tienen el mismo propósito y que, por lo tanto, no son
en modo alguno diferentes. Los maestros de Dios tratan de oír la Voz de Dios en
ese hermano que se engaña a sí mismo hasta el punto de creer que el Hijo de
Dios puede sufrir. Y le recuerdan que él no se hizo a sí mismo y que, por
consiguiente, aún es tal como Dios lo creó. Los maestros de Dios reconocen que
las ilusiones no tienen efectos. La
verdad que se encuentra en sus mentes se extiende hasta la verdad que se
encuentra en las mentes de sus hermanos, y de este modo no refuerzan sus
ilusiones. De manera que éstas se llevan
ante la verdad; la verdad no se lleva ante ellas. Y de esta forma se disipan, no por medio de la
voluntad de otro, sino por medio de la única Voluntad que existe en unión
Consigo Misma. Ésta es la función de los
maestros de Dios: no ver voluntad alguna separada de la de ellos ni la suya
separada de la de Dios.
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