1. Sí, la curación siempre tiene lugar. Es imposible llevar las
ilusiones ante la verdad y al mismo tiempo conservarlas. La verdad demuestra
que las ilusiones no tienen ningún valor. El maestro de Dios ha visto la
corrección de sus propios errores en la mente del paciente, al reconocerla como
lo que es. Al haber aceptado la Expiación para sí mismo, también la ha aceptado
para el paciente. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando el paciente usa la enfermedad
como una forma de vida, creyendo que la curación es el camino a la muerte? En
estos casos, una curación repentina podría ocasionar una aguda depresión y una
sensación de pérdida tan profunda, que el paciente podría incluso tratar de
destruirse a sí mismo. Al no tener nada por lo que vivir, podría incluso pedir
la muerte. Por su propio bien, pues, la curación debe esperar.
2. La curación se hará a un lado siempre que pueda percibirse como una
amenaza. En el instante en que se le da la bienvenida, ahí está. Allí donde se
haya ofrecido una curación, ésta se recibirá. ¿Y qué es el tiempo ante los
regalos de Dios? Nos hemos referido en muchas ocasiones en el texto a los
tesoros que se ofrecen equitativamente, tanto para el que da los dones de Dios
como para el que los recibe. Ni uno solo se pierde, pues solo pueden
multiplicarse. Ningún maestro de Dios debe sentirse decepcionado si, habiendo
ofrecido una curación, pareciera que ésta no se ha recibido. No es su función
juzgar cuándo se debe aceptar su regalo. Que tenga por seguro que ha sido recibido
y que no ponga en duda que será aceptado cuando se reconozca que es una
bendición y no una maldición.
3. La función de los maestros de Dios no es evaluar el resultado de
sus regalos. Su función es simplemente darlos. Una vez que los han dado, han dado
también el resultado, ya que éste es parte del regalo. Nadie puede dar si está
preocupado por los resultados de lo que da. Eso sería poner un límite en el
acto de dar en sí, y en ese caso, ni el que da ni el que recibe dispondría del regalo.
La confianza es parte esencial del acto de dar; de hecho, es la parte que hace
posible el compartir; la parte que garantiza que el dador no ha de perder sino
que únicamente ganará. ¿Qué sentido tiene que alguien dé un regalo si luego se
queda con él para asegurarse de que se use como mejor le parezca a él? Eso no
es dar sino subyugar.
4. Haber abandonado toda preocupación por el regalo es lo que hace que
sea verdaderamente dado. Y lo que hace posible dar de verdad es la confianza. La
curación es el cambio de mentalidad que el Espíritu Santo procura que tenga lugar
en la mente del paciente. Y es el Espíritu Santo en la mente del donante Quien
le da el regalo a aquél. ¿Cómo podría perderse? ¿Cómo podría ser ineficaz?
¿Cómo podría desperdiciarse? Las arcas de Dios jamás se vacían. Y si les
faltara un solo regalo no estarían llenas. Sin embargo, Dios garantiza que las
arcas estén siempre rebosantes. ¿Por qué, entonces, habría de preocuparse un
maestro de Dios por lo que sucede con sus regalos? Al ser Dios Quien se los da
a Sí Mismo, ¿quién iba a dejar de recibirlo todo en este santo intercambio?
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