jueves, 13 de febrero de 2020

IX. Fe


1. El grado de fe de un maestro de Dios indica cuán avanzado se encuentra en su programa de estudios. ¿Pone en práctica este aprendizaje solo en algunos aspectos de su vida mientras mantiene otros aparte? De ser así, su progreso es lento y su confianza aún no se ha arraigado firmemente. La fe es la confianza que el maestro de Dios tiene de que la Palabra de Dios ha de resolver todas las cosas perfectamente. No solo algunas, sino todas. Comienza generalmente poniendo su fe en la resolución de solo algunos problemas, manteniéndola así cuidadosamente restringida por un tiempo. Someter todos los problemas a una sola Respuesta es invertir completamente la manera de pensar del mundo. Y solo eso es fe. Ninguna otra cosa merece que se le llame por ese nombre. Con todo, vale la pena lograr cada avance, por pequeño que sea. Estar dispuesto, como indica el texto, no quiere decir que se haya alcanzado la maestría.

2. La verdadera fe, sin embargo, no se desvía. Al ser consistente, es completamente honesta. Al ser consecuente, goza de absoluta confianza. Al estar basada en la ausencia de temor, es mansa. Al gozar de certeza, rebosa júbilo, y al tener confianza, es tolerante. La fe, por lo tanto, encierra en sí todos los demás atributos de los maestros de Dios y entraña la aceptación de Su Palabra y de la Definición que Él tiene de Su Hijo. Hacia Ellas es adonde la fe, en el verdadero sentido de la palabra, siempre se dirige. En Ellas tiene puestas sus miras, buscándolas hasta que las encuentra. La indefensión naturalmente la acompaña y su condición es el júbilo. Y una vez que las encuentra, descansa con sosegada certeza solo en Aquello que es digno de toda fe.

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