1. La respuesta a esta pregunta
es... uno solo. Un maestro absolutamente perfecto que haya completado su aprendizaje
es suficiente. Este maestro, santificado y redimido, se convierte en el Ser que
es el Hijo de Dios. Quien siempre fue únicamente Espíritu ya no se ve a sí
mismo como un cuerpo y ni siquiera como en un cuerpo. Por lo tanto, es
ilimitado. Y al no tener límites, sus pensamientos están unidos eternamente a
los de Dios. La percepción que tiene de sí mismo está basada en el Juicio de
Dios, no en el suyo propio. De esta manera, comparte la Voluntad de Dios y
lleva Sus Pensamientos a las mentes que todavía están engañadas. Es por siempre
uno porque es tal como Dios lo creó. Ha aceptado a Cristo y se ha salvado.
2. De esta forma, el hijo del hombre se convierte en el Hijo de Dios. Esto
no es realmente un cambio; es más bien un cambio de mentalidad. Nada externo
cambia, pero todo lo interno refleja ahora únicamente el Amor de Dios. Ya no
hay que temer a Dios, pues la mente no ve ninguna razón para el castigo. Los
maestros de Dios aparentan ser muchos, pues eso es lo que necesita el mundo. Mas
al estar unidos en un solo propósito, el cual comparten con Dios, ¿cómo podría haber
separación entre ellos? ¿Qué importa entonces si se presentan de muchas
maneras? Sus mentes son una, y así, su unión es total. Y Dios opera ahora a
través de ellos cual uno solo, pues eso es lo que son.
3. ¿Por qué es necesaria la ilusión de que hay muchos? Únicamente
porque para los ilusos la realidad no es comprensible. Son muy pocos los que
pueden oír la Voz de Dios, y ni siquiera éstos pueden comunicar Sus mensajes
directamente por medio del Espíritu que se los dio. Necesitan un medio a través
del cual puedan comunicarse con aquellos que no se dan cuenta de que son
Espíritu. Un cuerpo que éstos puedan ver; una voz que puedan comprender y
escuchar sin el temor que la verdad suscitaría en ellos. No olvides que la
verdad solo puede llegar allí donde se le da la bienvenida sin temor. Por eso
es por lo que los maestros de Dios necesitan un cuerpo, pues, de otra manera,
su unidad no se podría reconocer directamente.
4. Lo que convierte a los maestros de Dios en maestros es su
reconocimiento del verdadero propósito del cuerpo. A medida que avanzan en su
profesión, se afianzan más y más en la certeza de que la función del cuerpo no
es otra que la de permitir que la Voz de Dios hable a través de ellos a otros
oídos humanos. Estos oídos llevarán a la mente del oyente mensajes que no son
de este mundo, y la mente los entenderá debido a la Fuente de donde se
originaron. Como resultado de este entendimiento, este nuevo maestro de Dios
reconocerá cuál es el verdadero propósito del cuerpo: la única utilidad que
realmente tiene. Con esta lección basta para dejar que entre el pensamiento de
unidad, y lo que es uno se reconoce como uno. Los maestros de Dios parecen
compartir la ilusión de la separación, pero por razón del uso que hacen del
cuerpo, no creen en la ilusión a pesar de las apariencias.
5. La lección fundamental es siempre ésta: el cuerpo se convertirá
para ti en aquello para lo que lo uses. Úsalo para pecar o para atacar, que es
lo mismo, y lo verás como algo pecaminoso. Al ser pecaminoso es débil, y al ser
débil, sufre y muere. Úsalo para llevar la Palabra de Dios a aquellos que no la
han oído, y el cuerpo se vuelve santo. Al ser santo no puede enfermar ni morir.
Cuando deja de ser útil, se deja a un lado. Eso es todo. La mente toma esta
decisión, así como todas las que son responsables de la condición del cuerpo.
El maestro de Dios, no obstante, no toma esta decisión por su cuenta. Hacer eso
sería conferirle al cuerpo un propósito distinto del que lo mantiene santo. La
Voz de Dios le dirá cuándo ha llevado a término su cometido, tal como le dice
cuál es su función. Mas él no sufre, tanto si se va como si se queda. Ahora es
imposible que pueda enfermar.
6. La unicidad y la enfermedad no pueden
coexistir. Los maestros de Dios eligen ver sueños por un tiempo. Es una
elección consciente. Pues han aprendido que toda elección se hace
conscientemente, con pleno conocimiento de sus consecuencias. El sueño afirma
lo contrario, pero ¿quién pondría su fe en sueños una vez que los ha reconocido
como tal? Ser conscientes de que están soñando es la verdadera función de los maestros
de Dios, quienes observan a los personajes del sueño ir y venir, variar y
cambiar, sufrir y morir. Mas no se dejan engañar por lo que ven. Reconocen que
considerar a una de las figuras del sueño como enferma y separada, no es más
real que considerarla saludable y hermosa. La unidad es lo único que no forma
parte de los sueños. Y esta unidad, que indudablemente les pertenece, es lo que
los maestros de Dios reconocen como lo que se encuentra tras el sueño, más allá
de toda apariencia.
N.T. A la palabra “unicidad”, que de acuerdo con el Diccionario de la
Real Academia Española significa “calidad de único”, se le ha dado aquí un
nuevo significado. En la presente obra se ha utilizado “unicidad”
exclusivamente para traducir la palabra inglesa “oneness” en su acepción de:
“calidad, estado o hecho de ser uno”.
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