1. ¡Por supuesto que sí! Nadie puede escaparse del Juicio Final de
Dios. ¿Quién podría huir para siempre de la verdad? Mas el Juicio Final no
tendrá lugar hasta que ya no se le tenga miedo. Algún día cada cual le dará la
bienvenida, y ese mismo día se le concederá. Oirá su inocencia siendo
proclamada por todos los rincones del mundo, y éste quedará liberado al aceptar
el Juicio Final de Dios sobre él. Éste es el Juicio sobre el que descansa la
salvación. Éste es el Juicio que lo liberará. Éste es el Juicio mediante el
cual todas las cosas serán liberadas junto con él. El tiempo se detiene a
medida que la eternidad se aproxima y el silencio envuelve al mundo para que
todos puedan oír este Juicio acerca del Hijo de Dios: Santo eres, eterno, libre
e íntegro, y te encuentras por siempre en paz en el Corazón de Dios. ¿Dónde
está el mundo ahora? ¿Y dónde el pesar?
2. Maestro de Dios, ¿es éste el juicio que tienes acerca de ti mismo? ¿Crees
que es completamente cierto? No, todavía no, todavía no. Mas ése sigue siendo
aún tu objetivo; la razón por la que estás aquí. Tu función es prepararte para
poder oír este Juicio y reconocer que es verdad. Basta con que lo creas
completamente durante un solo instante para que vayas más allá de la creencia a
la Certeza. Un instante que pases fuera del tiempo puede suponer su fin. No
juzgues, pues solo te juzgas a ti mismo, y así, no haces sino demorar el Juicio
Final. Maestro de Dios, ¿cuál es tu juicio acerca del mundo? ¿Has aprendido ya
a hacerte a un lado y a oír la Voz del Juicio dentro de ti? ¿O todavía intentas
usurpar Su función? Aprende a aquietarte porque Su Voz se oye en la quietud. Y
Su Juicio les llega a todos los que se hacen a un lado y, escuchando
apaciblemente, lo esperan.
3. Tú que a veces estás triste y a veces enfadado; tú que a veces
sientes que no se te da lo que te corresponde y que tus mejores esfuerzos se
topan con falta de aprecio e incluso desprecio, ¡abandona esos pensamientos tan
necios! Son demasiado nimios e insignificantes como para que sigan ocupando tu
santa mente ni un solo instante más. El Juicio de Dios te espera para
liberarte. ¿Qué puede ofrecerte el mundo— independientemente de cómo juzgues
sus regalos—que tú prefirieses tener? Serás juzgado, y juzgado con equidad y
honestidad. Dios no conoce el engaño. Sus promesas son seguras. Recuerda solo
eso. Sus promesas garantizan Su Juicio, y solo Éste será aceptado al final. Tu
función es hacer que este final llegue cuanto antes. Tu función es conservar Su
Juicio en tu corazón y ofrecérselo a todo el mundo para así mantenerlo a salvo.
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