1. La respuesta a esta pregunta es muy parecida a la anterior. No
existen poderes “antinaturales”, e inventar un poder que no existe es obviamente
recurrir a la magia. Es igualmente obvio, sin embargo, que cada individuo tiene
un sinnúmero de capacidades de las que no es consciente. A medida que su
conciencia se expanda, es posible que desarrolle facultades que le parezcan muy
sorprendentes. No obstante, nada que él pueda hacer puede compararse en lo más
mínimo con la gloriosa sorpresa de recordar Quién es. Si deja que todo su
aprendizaje y todos sus esfuerzos se dirijan hacia esa gran sorpresa final, no
querrá que las pequeñas sorpresas que se puedan presentar en el camino lo
retrasen.
2. Ciertamente hay muchos poderes “psíquicos” que están claramente de
acuerdo con los postulados de este curso. La comunicación no se limita
únicamente a la reducida gama de canales que el mundo reconoce. Si así fuese, no tendría objeto tratar de
enseñar la salvación. Sería imposible
hacerlo. Los límites que el mundo impone
a la comunicación son los mayores obstáculos para una experiencia directa del
Espíritu Santo, Quien siempre está aquí y Cuya Voz está siempre presta a ser
oída. Estos límites se establecen por
miedo, pues sin ellos las paredes que circundan todos los lugares separados del
mundo se derrumbarían ante el santo sonido de Su Voz. Aquel que de alguna manera trasciende estos
límites, está simplemente volviéndose más natural. No está haciendo nada especial y no hay nada
mágico en sus logros.
3. Las facultades aparentemente nuevas que se pueden adquirir en el
camino hacia Dios pueden ser muy útiles. Cuando se le entregan al Espíritu
Santo y se usan bajo Su dirección, se convierten en recursos de enseñanza muy
valiosos. Ante esto, la cuestión de cómo surgen es irrelevante. Lo único que hay que tener en cuenta es el uso
que se les da. Si se consideran como fines en sí mismas, independientemente de
cómo se haga esto, el progreso se demorará. Su valor no reside tampoco en que prueben
nada: ya sean logros del pasado, conexiones insólitas con lo “invisible” o
favores “especiales” provenientes de Dios. Dios no hace favores especiales, y nadie posee
ningún poder que no esté al alcance de los demás. La posesión de poderes especiales solo se
puede “demostrar” mediante el uso de trucos mágicos.
4. Nada que sea genuino puede usarse para engañar. El Espíritu Santo
es incapaz de engañar y solo puede valerse de facultades genuinas. Lo que se
usa con fines mágicos a Él le resulta inservible. Y lo que Él usa no se puede
emplear para la magia. Existe, sin embargo, una atracción especial por las
capacidades poco usuales que las hace curiosamente tentadoras. Poseen poderes
que el Espíritu Santo quiere y necesita. Mas el ego ve en esos mismos poderes
una oportunidad para vanagloriarse. Cuando los poderes se convierten en
debilidades es ciertamente trágico. Lo que no se le entrega al Espíritu Santo,
no puede sino entregársele a la debilidad, pues lo que se le niega al amor se
le da al miedo y, como consecuencia, será temible.
5. Incluso los que han dejado de valorar las cosas materiales del
mundo pueden dejarse engañar por los poderes “psíquicos”. Al dejar de
interesarse por los regalos materiales del mundo, el ego se ve seriamente
amenazado. Mas todavía puede ser lo suficientemente fuerte como para recobrarse
valiéndose de esta nueva tentación a fin de recuperar fuerzas mediante
artimañas. Muchos en esa situación no se percatan de las defensas del ego, si
bien no es que éstas sean precisamente sutiles. Sin embargo, mientras se tenga
el más mínimo deseo de ser engañado, el engaño se producirá fácilmente. Ahora
el “poder” deja de ser una facultad genuina y ya no se puede contar con él. Es
casi inevitable que el individuo refuerce las incertidumbres que tiene acerca
de su “poder” engañándose cada vez más a sí mismo a no ser que cambie de
parecer con respecto a su propósito.
6. Cualquier facultad que alguien desarrolle tiene el potencial de ser
usada para el bien. En esto no hay excepciones. Y cuanto más insólito e
imprevisto sea el poder, mayor será su potencial para servir de ayuda. La
salvación tiene necesidad de todas las facultades, pues lo que el mundo quiere
destruir, el Espíritu Santo lo quiere restaurar. Se han usado las facultades
“psíquicas” para invocar al demonio, lo cual no hace otra cosa que reforzar el
ego. Mas estas facultades pueden ser también un canal de esperanza y curación
si se ponen al servicio del Espíritu Santo. Aquellos que han desarrollado
poderes “psíquicos” no han hecho sino permitir que se erradiquen de sus mentes
algunas de las limitaciones que ellos mismos les habían impuesto. Si utilizan
esta mayor libertad para aprisionarse aún más, no harán sino imponerse mayores limitaciones.
El Espíritu Santo tiene necesidad de esos dones, y quienes se los ofrecen a Él
y solo a Él caminan con la gratitud de Cristo en sus corazones y con Su santa
visión siguiéndoles muy de cerca.
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