1. En realidad, esta pregunta se contesta a sí misma. La curación no
puede repetirse. Si el paciente se ha curado, ¿qué queda por curar? Y si la
curación siempre tiene lugar, como ya hemos dicho, ¿qué es lo que hay que
repetir? Si un maestro de Dios se sigue preocupando por el resultado de una
curación, no hace sino limitarla. Ahora es la mente del maestro de Dios la que
necesita ser curada. Y esto es lo que él debe facilitar. Ahora el paciente es
él y así es como debe considerarse a sí mismo. Ha cometido un error y tiene que
estar dispuesto a cambiar de mentalidad al respecto. Le faltó la confianza que
habría hecho posible dar verdaderamente y, por lo tanto, no recibió el
beneficio de su regalo.
2. Cada vez que un maestro de Dios trató de ser un canal de curación
tuvo éxito. De sentirse tentado de dudar de ello, no debería repetir su esfuerzo
previo. Éste ya fue máximo, pues el Espíritu Santo así lo aceptó y así lo
utilizó. El maestro de Dios tiene ahora ante sí solo un camino a seguir. Tiene
que hacer uso de su razón para decirse a sí mismo que ha entregado el problema
a Uno que no puede fallar; y debe reconocer que su incertidumbre no es amor,
sino miedo y, por consiguiente, odio. Su posición se ha hecho, por lo tanto,
insostenible, pues le está ofreciendo odio a quien antes había ofrecido amor.
Esto es imposible. Habiendo ofrecido amor, solo se puede recibir amor.
3. En esto es en lo que el maestro de Dios tiene que confiar. Esto es
lo que realmente significa la afirmación de que la única responsabilidad del
obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo. El maestro de Dios
es un obrador de milagros porque da los regalos que ha recibido. Pero primero
tiene que aceptarlos. No necesita hacer nada más, ya que no hay nada más que
pueda hacer. Al aceptar la curación puede darla. Si pone esto en duda, que
recuerde Quién dio el regalo y Quién lo recibió. Así se aclaran sus dudas. Pensó que Dios le podía quitar los regalos que
le había dado. Eso fue un error, pero es un error que no vale la pena
conservar. Por lo tanto, lo único que el maestro de Dios puede hacer es
reconocer que fue un error y permitir que sea corregido.
4. Dudar de la curación debido a que los síntomas siguen estando
presentes es una de las tentaciones más difíciles de reconocer, pues no vemos
que es un error que se manifiesta en forma de falta de confianza. Como tal, es
un ataque. Normalmente parece ser justo lo contrario. No parece razonable, en
un principio, que se nos diga que preocuparnos continuamente es un ataque, pues
tiene todas las apariencias de ser amor. Mas el amor sin confianza es
imposible, puesto que la duda y la confianza no pueden coexistir. Y el odio es
lo opuesto al amor, sea cual sea la forma en que se manifieste. No dudes del
regalo, y te será imposible dudar de sus resultados. Esta certeza es la que les
da a los maestros de Dios el poder para ser obradores de milagros, pues han
depositado su confianza en Él.
5. Dudar de uno mismo es la causa fundamental de que se dude del
resultado de cualquier problema que se le haya entregado al Maestro de Dios para
que lo resuelva. Eso implica necesariamente que se ha puesto la confianza en un
ser ilusorio, ya que solo de un ser así se puede dudar. Esta ilusión puede
adoptar muchas formas. Tal vez temor a ser débil y vulnerable; tal vez miedo a
fracasar y a sentirse avergonzado en conexión con un sentimiento de ineptitud; quizá
vergüenza acompañada de culpa procedente de una falsa humildad. La forma del
error es irrelevante. Lo único que importa es que se reconozca como lo que es:
un error.
6. El error es siempre una forma de preocupación por uno mismo, a
costa de la exclusión del paciente. Es no reconocer al paciente como parte del
Ser, lo cual representa, por lo tanto, una confusión de identidad. Un conflicto
acerca de lo que eres se ha producido en tu mente y te has engañado con
respecto a ti mismo. Y te has engañado con respecto a ti mismo porque has negado
la Fuente de tu creación. Si solo ofreces curación, no puedes dudar. Si
realmente quieres que el problema se resuelva, no puedes dudar. Si estás seguro
de cuál es el problema, no puedes dudar. La duda es el resultado de deseos
conflictivos. Ten certeza con respecto a lo que quieres y te será imposible
dudar.
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