miércoles, 12 de febrero de 2020

II. Honestidad


1. Todas las demás características de los maestros de Dios se basan en la confianza. Una vez que ésta se ha alcanzado, las otras se suceden naturalmente. Solo los que tienen confianza pueden permitirse ser honestos, pues solo ellos pueden ver el valor de la honestidad. La honestidad no se limita únicamente a lo que dices. El verdadero significado del término es congruencia: nada de lo que dices está en contradicción con lo que piensas o haces; ningún pensamiento se opone a otro; ningún acto contradice tu palabra ni ninguna palabra está en desacuerdo con otra. Así son los verdaderamente honestos. No están en conflicto consigo mismos a ningún nivel. Por lo tanto, les es imposible estar en conflicto con nadie o con nada.

2. La paz mental que experimentan los maestros de Dios avanzados se debe en gran medida a su perfecta honestidad. Solo el deseo de engañar da lugar a la pugna. El que es uno consigo mismo no puede ni siquiera concebir el conflicto. El conflicto es el resultado inevitable del autoengaño, y el autoengaño es deshonestidad. Para un maestro de Dios nada supone un desafío, pues ello implicaría que se abrigan dudas, y la confianza en la que los maestros de Dios descansan con absoluta seguridad hace que les sea imposible dudar. Por lo tanto, solo pueden triunfar. En esto, como en todo, son honestos. Solo pueden triunfar porque nunca hacen su propia voluntad. Eligen por toda la humanidad, por todo el mundo y por todas las cosas que en él habitan; por lo que es inalterable e inmutable más allá de las apariencias, y por el Hijo de Dios y su Creador. ¿Cómo no van a triunfar? Eligen con perfecta honestidad, tan seguros de sí mismos como de su elección.


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