miércoles, 12 de febrero de 2020

III. Tolerancia


1. Los maestros de Dios no juzgan. Juzgar es ser deshonesto, pues es asumir un papel que no te corresponde. Es imposible juzgar sin uno engañarse a sí mismo. Juzgar implica que te has engañado con respecto a tus hermanos. ¿Cómo, entonces, no te ibas a haber engañado con respecto a ti mismo? Juzgar implica falta de confianza, y la confianza sigue siendo la piedra angular de todo el sistema de pensamiento del maestro de Dios. Si la pierde, todo su aprendizaje se malogra. Sin juicios todas las cosas son igualmente aceptables, pues, en tal caso, ¿quién podría juzgar de una manera u otra? Sin juicios todos los hombres son hermanos, pues, en tal caso, ¿podría haber alguno que fuese diferente? Juzgar destruye la honestidad y quebranta la confianza. El maestro de Dios no puede juzgar y al mismo tiempo esperar aprender.

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