1. El júbilo es el resultado inevitable de la mansedumbre. La
mansedumbre significa que ahora el miedo es imposible. ¿Qué podría entonces
obstaculizar el júbilo? Las manos abiertas de la mansedumbre están siempre llenas.
Los mansos no experimentan dolor. No pueden sufrir. ¿Cómo no van a ser felices?
Están seguros de que son amados y de que, por lo tanto, están a salvo. El
júbilo va unido a la mansedumbre tan inevitablemente como el pesar acompaña al
ataque. Los maestros de Dios confían en Él y están seguros de que Su Maestro va
delante de ellos, asegurándose de que no les acontezca ningún daño. Disponen de
Sus dones y siguen Su camino porque la Voz de Dios los dirige en todo. El júbilo
es su canto de gratitud. Cristo los contempla también con agradecimiento. La
necesidad que Él tiene de ellos es tan grande como la que ellos tienen de Él. ¡Qué
gozo tan inmenso compartir el propósito de la salvación!
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