jueves, 13 de febrero de 2020

VI. Indefensión


1. Los maestros de Dios han aprendido a ser sencillos. No tienen sueños que tengan que defender contra la verdad. No tratan de forjarse a sí mismos. Su júbilo procede de saber Quién los creó. ¿Y es acaso necesario defender lo que Dios creó? Nadie puede convertirse en un maestro de Dios avanzado mientras no comprenda plenamente que las defensas no son más que absurdos guardianes de ilusiones descabelladas. Cuanto más grotesco es el sueño, más formidables y poderosas parecen ser sus defensas. Sin embargo, cuando el maestro de Dios acepta finalmente mirar más allá de ellas, se da cuenta de que allí no había nada. Al principio, permite que se le desengañe lentamente, pero a medida que su confianza aumenta, aprende más rápido. Cuando se abandonan las defensas no se experimenta peligro. Lo que se experimenta es seguridad. Lo que se experimenta es paz. Lo que se experimenta es dicha. Lo que se experimenta es Dios.

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